lunes, 24 de noviembre de 2008

LUCHA VILLA, CHAMANA.

RECADO A LUCHA VILLA.




Por Waldemar Verdugo Fuentes.

Querida Lucha: La música folclórica no calla jamás. En ciertas épocas marcadas, de profundos cambios sociales, incluso, llega a convertirse en proclama oficial del pueblo. Cuando no, se mantiene como remanso tibio que acuna el duro trabajo del hombre nuestro de cada día. Ora brota del pueblo inflamado en armas. Ora brota del seno dulce del hogar. Su vigencia descansa en la excelsitud de lo vivo, por eso, no puede callar. Porque la música folclórica es la manera íntima de conversar que, tradicionalmente, ocupan nuestros pueblos de América; desde antes, cuando los enviados soberanos de los imperios antiguos cruzaban a los otros reinos, en sus comitivas magníficas, en la época en que los antepasados creaban los días, cuando los intérpretes musicales eran parte de la realeza y llegaban a los lugares lejanos como representantes legítimos del pueblo, con su propio caudal y fuerza inusitada. O después, en la época de la avanzada de España, cuando iban repitiendo las noticias las voces del tam-tam, escribiendo sus páginas agarrotadas por el impacto brutal.

En el siglo XX, una época marcada por grandes latifundios y desigualdad social, que arrastramos, la música sirvió al pueblo especialmente inflamado de pasión, así sea en la guerra o en el amor. El folklore acunado al alero de la Revolución mexicana corrió por toda América, llevando la voz del campesino de México, que es, en verdad, el campesino de todos nuestros pueblos, haciéndose como reguero la nueva de la canción ranchera, que luego cantará a la muerte, al desengaño, al desencanto en el alma, con un sentimiento difícil de entender más allá de la raza, en la voz de intérpretes enormes. Lucha Villa, amiga mía, tú eres una de esos intérpretes enormes.

Hace años el Festival Internacional de Cine de Viña del Mar, fue la excusa para traerte a Chile, la última vez que te vi. En la información oficial que se repartió a la prensa chilena, se lee: "Lucha Villa no es sólo la cantante de música vernácula más famosa de México; es también destacada actriz con películas memorables. Ha actuado en más de cincuenta cintas, ha hecho teatro y telenovelas. Su popularidad en México es tan grande, que incluso un partido político le propuso para un cargo de representación popular", pero desechaste tal ofrecimiento:

-A mí, la actividad política no me interesa. Yo soy cantante y actriz. La música y actuar me hacen feliz, ¿para qué ser desdichada haciendo algo que no me motiva? Yo al pueblo lo sirvo con mi trabajo desde un escenario. Soy del pueblo y a él me debo, haciendo lo que sé hacer, no improvisando.

Aquí, en Chile, desde donde te envío este recado, te mostraste absolutamente cordial, sencilla, cercana, sin embargo, quienes te conocemos sabemos que eres algo más: eres una amiga.

En Chile se te recibió con mucho cariño, algo poco usual en un pueblo más bien frío, si pensamos en el resto de América. Por tu voz, quizás. O por ser como eres. Quién sabe. El caso es que el propio Ministro de Educación chileno de entonces, Jorge Arrate, subió luego al escenario en Viña del Mar, para darte una bienvenida afectuosa en nombre del pueblo. 

Tu primer público fueron tus abuelos, tus muñecas y un perro que criaste. Nadie te orientó al arte, simplemente vino contigo ("tuve que descubrirlo"). Te defines en una palabra: "trabajadora", y te consideras "medio ermitaña. En realidad con una buena antena parabólica y un buen libro me basta." Es cierto, José Donoso que te admiraba, lo sabes, decía que eras una de las pocas personas que conocía sus libros de verdad. Varias veces cuando nos juntamos con Pepe Donoso, tu voz nos acompañaba de música de fondo: él decía que tu canto venía del lugar sin límites. También yo te había conocido de antes, cuando en México nos presentó nuestra amiga Ninón Sevilla. Luego, compartí contigo más de una vez, especialmente durante las fiestas de fin de año, en las posadas memorables que ofrecen los amigos en el D.F. Cierta noche marcada, en una de las Posadas de la Virgen María con san José y el niño Jesús celebrada en casa de Xóchitl, con mariachis, tequila y comidas de diciembre mexicano, conversamos muchas horas, me enseñaste a bailar corrido y cantaste acompañada por una guitarra, haciendo llegar el nuevo día en un instante, con tu pura expresión.  

Este es el caso: ahora me detengo en estas líneas tardías, cuando pienso y trato de rescatar frases de tu enorme estatura, pero no puedo: sólo se me agolpa tu voz, inacabable, como ese aullido largo, soterrado, de las focas cuando están pariendo en las orillas de estos mares del sur. Magnética, como arrancada a las raíces mismas de la tierra: así eres Lucha Villa admirada. Ese matiz telúrico del fondo de tu voz es lo que encanta, y mucho más. Te oí cantar un día bajo la lluvia y, lo juro, ni una sola gota de agua nos mojó. Éramos cientos de personas que nos cobijamos en tu voz, durante un recital para el pueblo en la Alameda de la Ciudad de México: a poco de iniciar tu canto, una suave lluvia comenzó a caer. Luego de un rato, arreciaron las aguas, y tú, deteniendo el acto, alzaste los brazos al cielo y, con suaves gestos de tus manos, imploraste al cielo que cesaran las aguas intranquilas: con tu tono milenario, rogaste que se te dejara trabajar, nada más. Y la lluvia cesó. No es rara esta capacidad chamánica tuya, mi Lucha Villa. Se sabe, desde antiguo, que los elementos atmosféricos obedecen ciertas voces humanas, generalmente femeninas, cuyo tono vocal posee sonidos cuyo estudio hoy está en pañales. Es posible que sea esta naturaleza desconocida la que nos atrae tanto de ti, porque, sin duda, es tu voz la del ser humano brotando de lo más primordial, es como si tu canto proviniera de aquel tiempo lejano del tam-tam, o de antes, quizás.

Vives lo que cantas, con tu estilo de alta escuela vocal, dueña de una personalidad avasalladora en tu forma de decir, como proclamando: "Soy una mujer". Respaldada en la seriedad de tu trabajo, basado en tu voz pródiga de color, que atrapa por su fuerza que sobrepasa las exigencias del cancionero tradicional y popular, al que revitalizas con tus creaciones, enriqueciendo el folklore. Eres una intérprete ideal que puede y sabe modelar el elemento expresivo de tu garganta, para lograr los efectos supremos del sentimiento y de la emoción, sin los cuales la canción no sería nada, no diría nada. Se te ve cuando cantas. Tus gestos elocuentes y contenidos, tus mesurados ademanes son apoyo al prodigio de tu voz, grave y viva como el canto del mar, desgarrado y profundo, vibración de cuerda herida, dramática, que se comunica férrea. Todas tus interpretaciones llevan siempre tu sello tan personal, canciones que aún repetidas por ti misma, en diversas ocasiones, surgen siempre nuevas, debido a que cantas sin ajustarte a ritmo ni norma musical alguna; es tu estilo así, único. Cada vez eres nueva. Aquí en Chile, en donde sea que cantaras, el público te escucha en absoluto silencio, como cuando se oye en la distancia ese tam-tam primero e inclinamos nuestro oído al viento para saber.
 
Te envío este recado, amiga muy querida, ahora, cuando sé que tu salud no te acompaña, cuando no sé como animarte, cuando lo único que puedo hacer es enviarte un beso. Y esta foto antigua en que ambos estamos riendo, creo que fue tomada en tu camerino del Teatro de la Ciudad de México, hace muchos años, sólo para alegrarte y decir que tu calidez y ternura son indelebles, y duran para siempre en mi corazón. Waldemar.

Foto: Luis Arce, staff-Vogue.
(Lucha Villa y Waldemar Verdugo Fuentes, México D.F.)

GENTES DE MÉXICO